De una guerra a muchas más: la vida como un niño refugiado

El Artículo 1 del Protocolo sobre el Estatus de los Refugiados de 1967 define a un refugiado como: 
"Una persona que, debido a un miedo fundado de ser perseguido por razones de raza, religión, nacionalidad, membresía de un grupo social o de opinión política en particular, se encuentra fuera de su país de nacimiento y es incapaz, o, debido a tal miedo, no está dispuesto a servirse de la protección de aquel país; o de quien, por no tener nacionalidad y estar fuera del país de su antigua residencia habitual como resultado de tales eventos, es incapaz, debido a tal miedo, de estar dispuesto a volver a éste". 
Foto tomada de https://www.flickr.com/photos/tijen_erol/, Album "Children of Palestine", 
Creative Commons License 

Cerca de la cuarta parte de los refugiados en todo el mundo son niños. Esto se debe principalmente a la poca esperanza de vida que tienen civiles en contextos de guerra, pocas veces se llega a la edad adulta. Dentro de éstos contextos únicos, los niños refugiados viven y crecen entre cualquier cantidad de estresores “cumulativos”, que no se puede comparar con el contexto de otros niños con otro tipo de problemas psicológicos. Como la misma definición de refugiado lo dice: tiene que ver mucho con un miedo fundado a partir de las circunstancias del país de origen, que son externas al control de la persona. Independientemente de si el niño tenga conciencia de este miedo propio a un refugiado o no, las vivencias y eventos traumáticos que experimenta un niño en contexto de guerra pueden dejar secuelas psicológicas muy grandes. Por ejemplo, el transtorno de estrés posttraumático (TEPT), el cual es el diagnóstico más común en refugiados, es mucho más frecuente en niños que en adultos. Aparte del TEPT, los niños refugiados pueden presentar desórdenes psicológicos como depresión (Fazel, Wheeler, & Danesh, 2005), desórdenes de conducta, irritabilidad, insomnio, ansiedad, desasosiego y síntomas somáticos (Bronstein & Montgomery, 2011). Esto no sorprende en lo absoluto, ya que aparte de los estresores externos y la violencia que estos niños tienen que aguantar por medio de la guerra, también tienen que adaptarse obligatoriamente a las circunstancias de procesos migratorios, lo cual es muy difícil en la etapa del crecimiento. Son muchísimos los refugiados de todas las edades que dejan su país de origen, y sólamente una pequeña parte de ellos logran llegar al país de destino para solicitar ser reconocidos como refugiados. De estas personas, la mayoría sólo logra ser desplazado o deportado. Qué efecto psicológico pueden tener estas precarias condiciones de vida en niños? Y aún más importante, cómo se puede evaluar estos efectos psicométricamente? 

Miller y Rasco (2004) ofrecen una clasificación cronológica y ecológica que ilustra muy bien las fases por las cuales tienen que pasar los niños refugiados desde antes de huir de su país de origen hasta después de llegar al país anfitrión, así como los riesgos y dificultades que caracterizan cada uno de estos procesos (Figura 1). 

Figura 1. Ilustración de las fases por las que atraviesa un niño refugiado desde antes de huir de su país de origen hasta establecerse en el país de destino (modificado de Miller & Rascos, 2004). Cada una de estas etapas tiene sus estresores y complicaciones propias.

La fase pre-migratoria

Hay muchos factores que influyen el nivel de estrés traumatico del niño en esta fase. Uno de estos factores es la situación del país de origen. Por ejemplo, un niño refugiado de Somalia, un país con muy pocos recursos económicos, vivirá diferentes experiencias que un niño refugiado de China, un país en constante crecimiento económico. Características individuales del niño también son un aspecto muy importante que influye mucho en el desarrollo de TEPT. Por ejemplo, Khamis (2012) pudo comprobar que la preocupación crónica y pensamientos intrusivos debido a experiencias traumáticas mediaba la correlación entre estresores políticos y el desarrollo de desórdenes emocionales. Esta relación era mucho mas fuerte en niños pesimistas con tendencia a preocuparse más, es decir, estos niños presentaban una probabilidad más elevada de desarrollar un TEPT (Khamis, 2012). Estudios recientes también han documentado el rol de la personalidad del niño y los recursos económicos de la familia, mostrando que altos niveles de neuroticismo y bajos ingresos económicos también parecen fomentar el desarrollo de esta enfermedad. Mientras tanto, estrategias de coping positivas orientadas a la busqueda de soluciones, así como también niveles bajos de neuroticismo, han sido negativamente relacionados con el desarrollo de TEPT y otros transtornos (Khamis, 2015). Sin embargo, Hall (2014) comenta que evaluar a la población de refugiados en sus países de origen es demasiado complicado por las siguientes razones:

  • No hay instrumentos validados para los contextos pre-migratorios de los países en conflicto.
  • Los items de los instrumentos occidentales normalizados a otras populaciones podrían no ser ni apropiados ni relevantes para estos contextos.
  • Los conceptos y nosologías occidentales quizás no reflejen los conceptos de enfermedades psicológicas en el contexto a evaluar.
  • Los indicadores de bienestar infantil occidentales quizás no sean adecuados a condiciones de guerra y violencia en una cultura distinta.
  • Problemas logísticos (los centros de salud se encuentran lejos del lugar donde estan los refugiados) y de recursos humanos (no hay profesionales con experiencia en estos campos).

Por todo esto, Hall (2014) recomienda empezar a validar instrumentos que puedan evaluar estos contextos y a su vez identificar mejor poblemas mentales. Además, es importante que se analice la nosología y su relevancia cultural en cuanto a las conceptualizaciones de transtornos psicológicos (Hall et al., 2014).

Migración

El proceso migratorio es sin duda el más riesgoso y traumático para el niño, pues conlleva dejar por un tiempo indefinido su país de origen y cambiar radicalmente de contexto, lo cual hasta para niños no refugiados de países occidentales resulta difícil. Lo que más fomenta el desarrollo de TEPT en esta etapa son las experiencias violentas, las cuales pueden estar presentes antes, durante y después de la huida. Se reporta peores consecuencias para la psiquis del niño si no está acompañado por un adulto durante esta etapa. Si es separado forzosamente de los padres, también (Fazel, Reed, Panter-Brick, & Stein, 2012; Reed, Fazel, Jones, Panter-Brick, & Stein, 2012). Interesante es que la edad también puede ser un factor que influye mucho, ya que si el niño tiene estas vivencias de muy pequeño, es menos traumático que si se viven de adolescente. También se ha documentado una mayor sensibilidad a experiencias traumáticas en niñas que en niños (Fazel et al., 2012). Los niños presentan más problemas de conducta, mientras que las niñas mas TEPT y depresión. Curiosamente, la educación de los padres puede ser un factor protector, pero también un factor de riesgo en conflictos políticos (Reed et al., 2012). La investigación sobre efectos psicológicos, factores de riesgo y protectores durante esta fase es muy escasa, por obvias razones. Más investigación es necesaria, así como también campañas que promuevan el interés general por la salud mental de los refugiados y que se haga conciencia de los eventos traumáticos que viven, pues esto no es considerado para nada en los trámites burocráticos de solicitud y reconocimiento del estado de refugiado. Siempre se ponen mucho más obstáculos, sobretodo en Europa.

Fase post-migratoria


En esta fase influye mucho la situación económica del país anfitrión. Hay distintos factores de riesgo dependiendo de la situación económica del país.

- Países industrializados

Un factor muy importante en el desarrollo de transtornos emocionales y de conducta en el niño es el sistema educativo de estos países, muchas veces totalmente diferente al sistema educativo del país de origen. Los niños se ven confrontados a estigmas y discriminación, porque no pueden adaptarse a los nuevos retos académicos y sociales, y esto independientemente del nivel de educación que hayan obtenido antes de migrar (Fazel et al., 2012). Factores protectores incluyen en estos casos la cohesión familiar, las circunstancias socioeconómicas y la ayuda gubernamental. 

Por otro lado, muchos padres y/o madres que ya sufren de TEPT por circunstancias migratorias pueden influenciar a sus hijos y hacerles daño si no buscan ayuda psicológica, lo cual pasa muchas veces por miedo e inseguridades propias de los transtornos. Además, la solicitud del estatus de refugiado tambien es un factor extra de estrés, ya que siempre hay ese miedo latente de ser deportado mientras la situación sea incierta y la burocracia aún no haya tomado ninguna decisión (Hughes, 2014). Por eso es recomendable que los países anfitriones sean concientes de las necesidades y los miedos de estas familias, de romper los estigmas y darles más confianza a nivel de sociedad para que busquen ayuda y los niños puedan crecer con menos riesgos de transtornos psicológicos. Por ejemplo, una solución sería llevar ayuda a donde están ellos, en vez de esperar a que vengan, quizás campañas de ayuda psicológica en las escuelas, en los centros de recreación, en las oficinas de trámites de asilo, etc. 

Sin embargo, así se haga esto, y la familia de refugiados se abra a la ayuda, aún así los profesionales de la salud se ven atascados con dificultades en la construcción de la alianza terapéutica, la evaluación psicológica y hasta en el mismo tratamiento (Rousseau, Measham, & Nadeau, 2013). Estas dificultades estan ilustradas en la Figura 2.

 Figura 2. Los pilares de la ayuda psicológica y sus dificultades (modificado de Rousseau et al., 2012)


- Países subdesarrollados

Acá se podrían dar otro tipo de situaciones debido a los escasos recursos económicos del país, como por ejemplo amenazas a su seguridad, problemas de higiene por las precarias condiciones en los campos de refugiados, poca comida, enfermedad, abuso sexual y violencia psicológica y física por parte de autoridades locales. Esto se empeora si los niños refugiados pertenecen a una minoría étnica o religiosa en el país anfitrión. Factores protectores incluyen también la cohesión familiar, los contextos religiosos e ideológicos si son parecidos al país de origen, integración y soporte social, las circunstancias socio-económicas de la familia, la salud de los padres y la composición familiar (Reed et al., 2012).

En resumen, la exposición a la violencia, tanto psicológica como física, es sin duda el mayor factor de riesgo para el desarrollo de TEPT en los niños. Sin embargo, hay también factores protectores que pueden disminuir los efectos de estos eventos traumáticos en la salud mental. Futuras intervenciones en los países anfitriones deben de fortalecer estos factores protectores tanto a nivel individual (estrategias de coping) como a nivel de sociedad (campañas que reduzcan la discriminación y el estigma social). Esto mejoraría el acceso a ayuda psicológica. Mas importante aún, los métodos de evaluación deberían de ser validados a este tipo de muestra, como un gran primer paso. Los centros de ayuda deberían preocuparse también de conseguir profesionales con experiencia en estos casos y que inspiren confianza en los padres de niños refugiados, en el mejor de los casos cerca de los centros educativos para reducir el estigma y tabus culturales de los transtornos psicológicos, haciendo los tratamientos más cercanos a la vida cotidiana de los niños. Finalmente, se debería de trabajar no sólo con los niños sino también con los padres, para que se sientan más seguros, menos estigmatizados, y eso lo transmitan a los niños. Pues de nada sirve tratar a los niños para que regresen a la casa y vuelvan a ser confrontados con esas inseguridades.
  

Bibliografía




Bronstein, I., & Montgomery, P. (2011). Psychological distress in refugee children: a systematic review. Clin Child Fam Psychol Rev, 14(1), 44-56. doi: 10.1007/s10567-010-0081-0

Fazel, M., Reed, R. V., Panter-Brick, C., & Stein, A. (2012). Mental health of displaced and refugee children resettled in high-income countries: risk and protective factors. Lancet, 379(9812), 266-282. doi: 10.1016/S0140-6736(11)60051-2

Fazel, M., Wheeler, J., & Danesh, J. (2005). Prevalence of serious mental disorder in 7000 refugees resettled in western countries: a systematic review. Lancet, 365(9467), 1309-1314. doi: 10.1016/S0140-6736(05)61027-6

Hall, B. J., Puffer, E., Murray, L. K., Ismael, A., Bass, J. K., Sim, A., & Bolton, P. A. (2014). The importance of establishing reliability and validity of assessment instruments for mental health problems: An example from Somali children and adolescents living in three refugee camps in Ethiopia. Psychol Inj Law, 7(2), 153-164. doi: 10.1007/s12207-014-9188-9

Hughes, G. (2014). Finding a voice through 'The Tree of Life': a strength-based approach to mental health for refugee children and families in schools. Clin Child Psychol Psychiatry, 19(1), 139-153. doi: 10.1177/1359104513476719

Khamis, V. (2012). Posttraumatic stress and worry as mediators and moderators between political stressors and emotional and behavioral disorders in Palestinian children. Int J Psychol, 47(2), 133-141. doi: 10.1080/00207594.2011.598524

Khamis, V. (2015). Coping with war trauma and psychological distress among school-age Palestinian children. Am J Orthopsychiatry, 85(1), 72-79. doi: 10.1037/ort0000039

Miller, K. E., & Rasco, L. M. (2004). An ecological framework for adressing the mental health needs of refugee communities. In K. E. Miller & L. M. Rasco (Eds.), The metal health of refugees: Ecological approaches to healing and adaptation. London: Lawrence Erlbaum Associates, Publishers.

Reed, R. V., Fazel, M., Jones, L., Panter-Brick, C., & Stein, A. (2012). Mental health of displaced and refugee children resettled in low-income and middle-income countries: risk and protective factors. Lancet, 379(9812), 250-265. doi: 10.1016/S0140-6736(11)60050-0

Rousseau, C., Measham, T., & Nadeau, L. (2013). Addressing trauma in collaborative mental health care for refugee children. Clin Child Psychol Psychiatry, 18(1), 121-136. doi: 10.1177/1359104512444117
  

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2 comentarios

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Anónimo
4 de marzo de 2015, 19:00 ×

Excelente articulo. Muy ilustrativo.

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