La propagación del Coronavirus desde una perspectiva sociocognitiva


De que se trata este artículo?
Este artículo no fue escrito con la intención de difundir pánico con respecto al COVID-19, se trata más bien de un análisis sobre como podemos desde nuestra profesión como psicólogos contribuir al esfuerzo mundial por reducir los contagios y contener la pandemia que amenaza actualmente los sistemas de salud. El virus en sí, es un problema de los médicos y los virólogos. La propagación de éste, en cambio, depende de la conducta.

En este artículo se reúne evidencia científica reciente para desarrollar ideas de intervenciones psicológicas de concientización y prevención que contribuyan a disminuir la propagación del COVID-19, fomentando cambios de conducta en la población a corto plazo.

Cual es el problema?
El Coronavirus y la relacionada enfermedad COVID-19, originados en el mercado de Wuhan, China, es un tema muy influyente los últimos meses. El COVID-19 ha sido declarado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como pandemia mundial. Actualmente existen más de 300.000 contagiados en el mundo, con más de 13.000 muertos en total. Un diario seguimiento de estas cifras, así como también el número de recuperados, es transmitido en medios de comunicación masiva y compartido con frecuencia en redes sociales.

Ante esto se han presentado distintas reacciones alrededor del mundo. La percepción del riesgo y vulnerabilidad personal ha sido muy heterogénea a lo largo de estos tres meses desde que se descubrió el virus. 

Cuáles son los factores cognitivos que influyen en la percepción y concientización del riesgo y consecuentemente, en las medidas personales de prevención y la adaptación social a la pandemia? 

Sobre el virus:
El Coronavirus es un virus cuyo material genético está conformado de ácido ribonucleico, y por eso puede transmitirse rápido de portador a portador como el virus de la Influenza H1N1 o Ébola. Entre las vías de transmisión más comunes se encuentra la infección por gotitas e infección por contacto con material infectado. En seres humanos, este tipo de virus produce infecciones en las vías respiratorias, de distinta gravedad – desde un simple resfriado, hasta una enfermedad muy seria de los pulmones. El llamado Severe Acute Respiratory Syndrome (SARS) es relacionado muy comúnmente con este tipo de virus, el cual ha sido observado también en especies de animales. Lo característico de este virus, es que también puede ser contagioso aún cuando el portador no presenta síntomas, en un tiempo de incubación de hasta 14 dias (en promedio 5), y por eso la propagación puede volverse incontrolable, sino se toman las medidas necesarias.

Desde Diciembre del 2019 se ha estado difundiendo este tipo de información por todos los medios, sensacionalistas y no sensacionalistas, con una gran resonancia en redes sociales como Twitter y Facebook. Sin embargo, se han observado distintas reacciones por parte de la población en general. Aún hay mucha gente que no se toma en serio el problema. Esto pone en peligro la salud de muchos pacientes en riesgo, como lo son personas mayores, con enfermedades previas, o con insuficiencias immunológicas, colapsando tambien el sistema de salud si la propagación de el virus aumenta. 

De donde nace la motivación para empezar a tomar en serio las precauciones, protegerse del virus y cambiar de una actitud despreocupada a una conducta de prevención consciente?

Entre los factores que contribuyen al proceso cognitivo de motivación para un cambio de conducta, desde la percepción del riesgo, hasta la toma personal de medidas de prevención se encuentran: el impacto de los medios en la percepción de vulnerabilidad personal, características personales como la autoeficacia y autoconfianza, así como también el sentido de comunidad y solidaridad de cada uno.

Paso 1: Como inicia la percepción del riesgo?

El impacto de los medios y el gran dilema: miedo irracional o amenaza realista?

Muchas personas piensan que los medios generan un “pánico colectivo” cuando el contenido de la información se presenta de una manera sensacionalista, con alto grado de emocionalidad. Estudios proponen en cambio, que es difícil afirmar estas concepciones, ya que las emociones muchas veces vienen intrínsicamente al percibir un riesgo, pero sobretodo si se percibe una vulnerabilidad personal (Klemm et al., 2019).

Un estudio hecho por medio de encuestas a la población europea al principio de la propagación del virus demuestra por ejemplo una visión muy optimista del riesgo personal en comparación con el riesgo ajeno (Raude et al., 2020). Aproximadamente la mitad de encuestados consideró la probabilidad de una infección por Coronavirus significativamente menor en comparación con contagio ajeno. El hecho de no sentir una vulnerabilidad personal ante el virus, reduce la motivación de adoptar conductas de prevención del mismo, a pesar de ser informados sobre la severidad de la situación con porcentajes de infectados y muertes a través de los medios. Esto a su vez aumenta la velocidad de propagación.

Otro estudio del pasado 2019 tuvo como objetivo examinar que características de la información difundida por los medios sobre propagación de epidemias ocasiona miedo y aumenta la percepción de riesgo. Los resultados mostraron que noticias sensacionalistas y con alto grado de emocionalidad podían aumentar la percepción de la severidad del riesgo, pero no necesariamente influían en la percepción de vulnerabilidad personal (Klemm et al., 2019). Lo segundo sería lo más relevante, pues la severidad del problema puede causar emociones negativas, pero muchas veces eso no es suficiente para fomentar la intención de un cambio de comportamiento destinado a la prevención de un contagio. Esta intención se forma con más fuerza cuando uno siente que es susceptible a la amenaza.
Esto quiere decir que no importa que tanto sea el grado de sensacionalismo o emocionalidad en los medios al transmitir la información, la percepción del riesgo y la motivación para prevenirlo solo dependen del grado de susceptibilidad propia.

Características individuales que dificultan la adaptación a conductas preventivas

Muchos estudios anteriores en el tema demuestran que al ser informados de noticias negativas, el ser humano tiende a ser optimista ignorando información negativa y favorizando la positiva con respecto al futuro (Sharot et al., 2011; Weinstein & Klein, 1995). Cuando se trata de integrar información nueva a la concepción que uno tiene de sí mismo y de su futuro existe la tendencia a sobreestimar la posibilidad de encontrarse con eventos positivos y subestimar la posibilidad contraria, la de que pasen eventos negativos (Sharot & Garrett, 2016; Weinstein & Lyon, 1999). Este robusto fenómeno se lo suele llamar en la comunidad científica como “optimism bias” (optimismo irracional) y conlleva a que aproximadamente 80% de la población en general, sin importar la cultura o el género, integre información positiva en sus creencias individuales con mayor facilidad que información negativa, lo cual genera una actualización de información asimétrica al enterarnos de noticias nuevas. Esto por un lado es beneficioso, pues fomenta la estabilidad emocional y salud mental, al no enfocarnos en información negativa, pero por otro lado, tambien podría ser perjudicial al no cuidar nuestra salud y arriesgarnos más (“no risk, no fun”).

Por ejemplo, dos estudios examinaron el comportamiento de prevención de cáncer haciendo una encuesta a una extensa populación de hombres y mujeres entre 50 a 70 anos sobre los riesgos de contraer la enfermedad así como beneficios de hacerse un screening. Los resultados muestran que la mayoría de personas son optimistas y no consideran muy alto el riesgo de enfermarse (Clarke et al., 2000). Otro estudio más reciente en Gran Bretana concluye incluso que las personas mantenían este optimismo incluso después de ser informados sobre probabilidades reales de contraer ciertas enfermedades, y lo más interesante fue que en comparación con informaciones favorables, las personas mas bien ignoraban, o no tomaban en cuenta las informaciones negativas y realistas sobre ciertos peligros y riesgos (Sharot et al., 2011).

En el caso de la pandemia del coronavirus, estos fenómenos influyen mucho más porque la información es muy ambigua. En estos casos es común que uno se de la libertad de decidir que integrar en su sistema cognitivo de aprendizaje y que no. Mientras más ambigüedad de información, más dificultad hay de integrar la información negativa sobre el presunto riesgo, y la subjetividad gana terreno. Cada uno toma la conducta preventiva que le parezca, según creencias de cada uno. Como mencionaba anteriormente, la percepcion de riesgo depende mucho de la vulnerabilidad personal, y esta suele llegar después de un tiempo, más que nada si se trata de un evento progresivo, como el coronavirus. En el primer gráfico a continuación (Figura 1) se pueden ver las distintas dificultades que se presentan mientras pasa el tiempo, antes y durante la propagación del virus.



Figura 1. Descripción cronológica de posibles problemas durante la propagación de un virus que dificultan una conducta de prevención inmediata (hacer click para agrandar)

Cuando ya las personas empiezan a darse cuenta que existe un riesgo y se sienten amenazados por éste, aún así puede existir una descontinuidad entre esta percepción de riesgo y la motivación a la prevención. Si hay descontinuidad o no depende de otros procesos interpretativos y motivacionales de cada persona (Paton, 2003). Estos procesos cognitivos son parecidos a los que conllevan a un cambio de conducta en la psicoterapia:

-          La autoeficacia
-          El sentido de comunidad, de unión
-          Afrontamiento (Coping) orientado al problema

Paso 2: Cómo se forma la intención de una conducta de prevención?

La autoeficacia como motor

Investigaciones en el campo de la salud proponen dos conceptos claves para la intención de conducta de prevención: la expectativa del resultado y la autoeficacia.

El primer concepto describe la probabilidad de que acciones tomadas puedan llevar al resultado deseado, mientras que la autoeficacia significa el creer en las propias capacidades para tomar acción y a su vez poder alcanzar con éxito el resultado esperado. El nivel de autoeficacia aumenta la probabilidad de que haya una expectativa del resultado positiva (Paton, 2003). La autoeficacia también promueve la calidad y número de planes de acción, así como también la cantidad de esfuerzo y perserverancia invertidas en conductas de prevención de riesgo. Lo más importante, en situaciones impredecibles y incontrolables como la actual pandemia de COVID-19, la autoeficacia es un recurso indispensable para lidiar mejor con la frustración que ocasiona la falta de control y el encierro de cuarentena.

El sentido de comunidad y la importancia de sentirse seguros en equipo

En esta situación difícil que estamos viviendo, no se trata de protegernos sólo a nosotros mismos, sino también a los demás de no contagiarse. Si nosotros aceptamos la responsabilidad que tenemos para con otros, se nos hace más facil comportarnos de una manera preventiva. Si nosotros creemos que la responsabilidad es de otros (dirigentes, leyes, autoridades varias) la probabilidad de que actuemos para proteger a la comunidad disminuye (Paton et al., 2005). Además cabe recalcar que, si nosotros no confiamos en nuestras autoridades, las que supuestamente trabajan para nuestro bienestar, es más dificil desarrollar un sentido de comunidad y solidaridad para con otros (Anderson, 2010; Paton & Johnston, 2001).

Es importante que un gobierno y los dirigentes tengan personas a cargo de examinar la resilencia social de la población que están gestionando, pues son los primeros que tienen estar preparados en caso de algún desastre natural (McEntire & Myers, 2004). Un estudio hecho en Tailandia después del Tsunami que arribó a sus costas en el ano 2004 examina la carencia de preparación de las autoridades en esa época para la gestión de desastres, la cual impactó mucho en la organización de estrategias reactivas ante la catástrofe (Lin Moe & Pathranarakul, 2006). En un futuro, se debería de examinar mejor estos puntos para organizarse mejor, cada país debería tener un plan de acción que se sepa mucho antes de alguna catástrofe natural, para poder reaccionar más rápido y con más orden. Ésto ya se ha intentado muchas veces en Ecuador después del terremoto del 2016, con la Secretaría de Gestión de Riesgos y el Plan Nacional de Respuesta ante Desastres https://www.gestionderiesgos.gob.ec/wp-content/uploads/downloads/2018/08/Plan-Nacional-de-Respuesta-SGR-RespondeEC.pdf.

La propagación de una pandemia es algo diferente a un terremoto, que afecta a todos por igual al mismo tiempo. Una pandemia es progresiva y cada cual tiene más libertad y tiempo en considerar el riesgo como amenaza o no. Ahí juegan un rol muy importante los aspectos psicológicos individuales y sociales, y ésto debería de tomarse en cuenta también.

Afrontamiento del problema orientado a la solución

Normalmente cuando hay problemas que consideramos muy graves al principio evitamos enfrentarnos directamente a ellos, y más bien lo postergamos, o “normalizamos” para sentirnos mejor. Es normal, no queremos “estresarnos”. A veces son problemas que ocasionan emociones muy incómodas, que queremos ignorar, pues no nos sentimos capaces de afrontarlas. Mientras más emocional sea un problema, más evitación de confrontarlo.

Un recurso muy valioso en el caso de enfrentarnos a problemas es la capacidad de esperar a una recompensa a largo plazo, saber que la emoción negativa es importante pues me ayuda a tomar acción orientada a la solución del problema. Por eso mismo es dificil resistir la cuarentena y el encierro en casa, pues la recompensa a eso la vemos recién a largo plazo, con la disminución del número de contagios, y no inmediatamente. Para esto es importante nuestra eficacia de respuesta, es decir, creer que tenemos los recursos necesarios para enfrentar el problema y las emociones negativas que lo acompanan (por ejemplo tiempo, capacidad, recursos económicos y físicos, apoyo social). Si una persona no tiene recursos, tampoco tendrá autoeficacia para afrontar el problema y más evitará confrontarse con él y no resistirá las emociones negativas.

En el segundo gráfico (Figura 2) se pueden apreciar las distintas variables cognitivas que fomentan un cambio de conducta desde la motivación por la prevención hasta planes de acción concretos.


Figura 2. Variables cognitivas individuales que fomentan la prevención del riesgo (hacer click para agrandar)


(!) El gran problema: La pobreza

En un país como Ecuador, donde hay muchísima gente sin ningún tipo de recurso, donde muchas personas viven de su trabajo del día, ganando mucho menos que el salario mínimo, el cambio de conducta de prevención se vuelve más complicado, casi imposible. Esto es muy grave, y a mi parecer no se ha tomado en cuenta a nivel administrativo.

Es por esto que la propagación de COVID-19 en Ecuador es muchísimo más extensa en Guayaquil que en cualquier otra ciudad (79% de los casos). La tasa de pobreza en Guayaquil de casi 10% es la más alta en todo el Ecuador.

Las personas con poco acceso a medios o a educación, con poca salubridad, y poco acceso a recursos médicos, están predestinados a mayor propagación. Muchas personas pueden formar la intención de protegerse, pero sin ningún tipo de recursos, no existirá eficacia de respuesta. Esto también se puede ver en otros países, con otro tipo de epidemias en zonas de bajos recursos, por ejemplo HIV (Pellowski et al., 2013).

Paso 3: De la intención al plan de acción

A nivel de organizaciones ya se ha desarrollado un plan de acción con investigaciones e implementación de estudios sobre vacunas, etc. En el campo médico, hay mucha mejor organización que en el aspecto psicosocial, el cual recién está empezando a surgir con modelos de intervención para los problemas psicológicos existentes. A nivel de sociedad la gente ya empezo a comprar lo que consideren necesario, y al por mayor para prepararse para el aislamiento.



Y es que esa es una de las miles dificultades de prevención de riesgo organizado en una pandemia, que la gente se ve obligada a separarse para sobrevivir, por el miedo al contagio. 

Otra dificultad es que es imposible crear un plan de acción común para las pandemias, ya que cada virus es único y su propagación dificil de predecir al principio. Eso causa más inseguridad y esceptisismo y se pierde la confianza en los sistemas de gestión, lo cual disminuye también el sentido de comunidad.

Cómo crear un plan de acción común efectivo bajo estas circunstancias? 

Existen métodos como por ejemplo modelos epidemiológicos computarizados que se usan a nivel médico investigativo para organizar planes de acción durante una amenaza de salud (George et al., 2019). Los resultados se comunican a los gobiernos que a su vez ponen en marcha las recomendaciones de los virólogos encargados, lo cual es el caso en Alemania actualmente con el COVID-19 (Rothe et al., 2020).

Eso a nivel gubernamental, que pasa a niveles sociocognitivos? 

Una vez que uno percibe el riesgo, toma conciencia del peligro inclusive la susceptibilidad y vulnerabilidad personal, el plan de acción individual es puesto en marcha. En situaciones de crisis por epidemias y pandemias, estudios demuestran que un recurso muy importante es el apoyo social, pues ayuda mucho a adaptarse socialmente a las conductas de prevención comunitarias (Zhou & Wu, 2019). La cuarentena puede traer bastantes problemas originados en el aislamiento y la soledad, y por eso es importante tener acceso a la comunicación con otras personas, y mantener el sentido de la comunidad a pesar de todo, usando otras vías que las personales, permitidas por los recursos y la tecnología. Tener a alguien con quién hablar y compartir las preocupaciones por la pandemia.

(!) Otro gran problema: Falta de accesibilidad a atención psicológica de emergencia

Dependiendo de la labilidad emocional de cada persona, los problemas psicológicos pueden empeorar. Estudios científicos reportan que muchas veces hay ausencia de sistemas organizados para diagnóstico e intervención psicológica en casos de pandemias, por ejemplo en el caso de la propagación del Ébola en África, muchos afectados aún luchan con las secuelas psicológicas de la epidemia en el 2014 (Reardon, 2015; Shultz et al., 2015)

Para poder evitar casos como estos es necesario activar sistemas de accesibilidad para facilitar el contacto con un especialista (Psicólogos, Psiquiatras) sea online o por vía telefónica. Además, es necesario considerar y monitorear el estado emocional y psicológico de cada paciente con COVID-19 y sus familiares, para poder desarrollar programas de intervención.

En China existe ya un modelo de intervención psicológica desarrollado recientemente para la pandemia del Coronavirus, destinada a aplicarse durante y después de la propagación de contagios de COVID-19, descrita en un estudio reciente (Zhang et al., 2020). Los autores proponen un servicio de accesibilidad a consultas psicológicas que se adapte dinámicamente al estado de propagación y desarrollo de la pandemia, utilizando sobretodo medios online y telecomunicaciones que intervengan en situaciones de angustia y pánico de la población.

Este modelo desarrollado en China integra distintos niveles de ayuda, por ejemplo desde nivel comunitario (apoyo social en zonas rurales), hasta niveles gubernamentales que gestionan accesibilidad de expertos en psicología de la salud en casos agudos de inestabilidad emocional.

Para más información haga click aquí: https://academic.oup.com/pcm/article/3/1/3/5739969

Ahora que falta?

Es indispensable que como psicólogos empecemos a tomar conciencia de que la propagación de esta enfermedad es también un problema de conducta y empezar a aportar con ideas. 

Los organismos de la salud a nivel mundial deben tener la capacidad de reconocer y prevenir tambien las consequencias psicosociales que esta pandemia probablemente traerá a largo plazo, para poder estar mejor preparados.

Aún hay tiempo para organizarse y desarrollar modelos de intervención a nivel gubernamental, considerando no solo los aspectos individuales psicológicos sino tambien los culturales y económicos de cada sociedad. Lamentablemente, aún existen dificultades de infraestructura como la falta de recursos económicos, tecnológicos y humanos en países de tercer mundo.  

Pero por lo menos, a corto plazo, hay suficiente información en el campo de psicología de la salud para desarrollar programas de prevención, y tal vez podemos lograr que este virus no cause tanta catástrofe psicosocial a largo plazo.

Otros links informativos sobre el tema:



Bibliografía
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George, D. B., Taylor, W., Shaman, J., Rivers, C., Paul, B., O’Toole, T., Johansson, M. A., Hirschman, L., Biggerstaff, M., Asher, J., & Reich, N. G. (2019). Technology to advance infectious disease forecasting for outbreak management. Nature Communications10(1), 1–4. https://doi.org/10.1038/s41467-019-11901-7
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